Cirugía: el caso de Reina (Piometra)
La piometra se define como la acumulación de material purulento dentro del útero.
Ocurre en hembras no esterilizadas, cuando el útero responde de manera anormal a la producción de progesterona. La excesiva influencia progestacional o una respuesta exagerada a la progesterona hace que el tejido glandular uterino se vuelva quístico, edematoso e infiltrado con leucocitos y células plasmáticas.
La infección causa la mortalidad asociada a la piometra, así como otras anormalidades que aparecen en las pacientes, como son:
- anemia
- anormalidades en la coagulación
- arritmias cardíacas
- disfunción hepática
- disfunción renal
- hipoglucemia
El tratamiento es quirúrgico, siendo necesaria una acción rápida para evitar complicaciones y la muerte del animal.
El caso que aquí presentamos es el de «Reina», una perrita de 14 años de edad.
Era ya tarde y hacía un buen rato que habíamos cerrado la clínica,una noche de invierno. La sala de espera ya estaba apagada, y dentro aún me quedaba por repasar algunas notas y terminar trabajo de anotaciones en el libro de anestesias. Sonó el timbre y a los pocos segundos golpearon también la puerta. Ya sabía que llegaba algo urgente.
Cuando salí, encontré a Rosa con su perra Reina en brazos, casi desmayada, con la mirada ida y respirando con dificultad. Enseguida la pusimos en la mesa y retiramos la toalla en la que venía envuelta, que desprendía un típico olor. El animal no respondía a ningún estímulo externo. Su frecuencia cardíaca era muy alta pero el pulso débil, síntoma de shock. La cara de Rosa, que era una mujer seria y no muy dada a las emociones, aquel día demostraba preocupación.
– Por la mañana se encontraba bien. Sí que es verdad que lleva unos días comiendo menos y bebiendo más agua de lo normal – me dijo.
Levanté su rabo para mirar algo. Como suponía, por su vagina desprendía unas pequeñas gotas de color marrón oscuro. Tenía una Piometra. Hoy era el día en que la pobre perra iba a morir.
Los análisis de sangre confirmaron la sospecha. Lo primero que hicimos fue coger una vía a Reina y empezar la fluidoterapia intravenosa agresiva, para intentar estabilizarla lo máximo posible antes de empezar la cirugía, y que no muriera durante la misma. En ocasiones, no hay que tener prisas por operar. Si el paciente está muy débil y descompensado morirá durante la anestesia.
Nos quedaban unas cuantas horas por delante, de vigilancia y espera. Las noches de invierno son largas.
Pasado el tiempo, la pobre Reina recuperó un hilo de vida que me hizo decidir empezar a operar. La cirugía es sencilla de entender. Un útero lleno de pus. Vamos a quitar el útero. Sencillo de explicar, pero como siempre, delicado. A veces ese útero ha contaminado ya la cavidad abdominal de sustancias tóxicas, y otras, el simple manejo del mismo durante la intervención y debido a que está débil y friable, hace que se contamine el abdomen, con el consiguiente riesgo de peritonitis.
A Rosa le explicamos antes de que se marchara que la situación era muy grave. Que le quedaban pocas horas de vida y su única opción era el manejo médico antes y quirúrgico después, asumiendo que estos pacientes tan graves y moribundos ya antes de la anestesia, una vez anestesiados multiplican por mucho las opciones de desastre.
Antes de salir por la puerta, y esta vez sí que le lagrimeaban los ojos, me pidió que la cuidara y que hiciera lo posible por salvarla. El trabajo de médicos, enfermeros, veterinarios etc. es extremadamente duro. Tenemos un grado de responsabilidad máxima a la hora de desempeñar nuestro trabajo. Si el mecánico de nuestro coche falla en colocar una pieza, puede recomponerla a la mañana siguiente. Si el contable imprime mal una factura, puede volver al ordenador pasado el rato y corregirla. Un simple fallo de un cirujano tiene consecuencias terribles que es poco probable pueda reparar. Y el problema es que, como cualquier ser humano, podemos fallar. Así que vamos siempre con el corazón a tope y los sentidos al máximo. Si a eso le añadimos que la gente confía en nosotros, la carga emocional es bestial. Mucha responsabilidad.
Preparamos a Reina y la afeitamos por completo antes de la anestesia, lo cual siempre nos ahorra unos minutos de más tiempo anestesiada. Luego le colocamos la mascarilla con oxígeno para que estuviera oxigenada cuando se durmiera. Eso ayuda bastante.
En mitad de la noche, teníamos a una perrita anciana, de 14 años, muriendo por una grave enfermedad y preparada para empezar la delicada anestesia y cirugía.
Por la vía que tenía ya cogida empezamos a premedicarla, que hace que las cantidades de anestésico posterior sean menores y aumenten sus posibilidades de sobrevivir. La Inducción es el momento en que pierde todo plano de consciencia y entra en el sueño profundo. Usamos un fármaco que nos permitió alcanzar ese momento rápidamente y pudimos empezar .
Todo había ido bien. Llamamos a Rosa para que lo supiera. Por delante aún quedaban otras batallas que pelear. Debía recuperarse de las alteraciones que se asocian a esta enfermedad.
A la mañana siguiente la perrita nada tenía que ver con aquella que llegó hacía 16 horas. Se mostraba viva y movía su rabo cada vez que nos acercábamos a ella. En los siguientes días empezó a comer y beber por sí sola y pudimos retirar los sueros. Los análisis mostraban la mejoría y ya nuestro trabajo estaba hecho. Aquella tarde marcharía para casa. Cuando salió por la puerta camino de la calle, la nueva Reina empezó a disfrutar de su nueva vida.